Todos los edificios que nos rodean construidos hace más de medio siglo, están labrados y revestidos con estos materiales, por lo que no existen morteros más experimentados y con más garantías empleados durante siglos, desde principios de la construcción.
Sobrecoge pasear por el interior de una catedral y mirar hacia arriba, contemplando sus altas bóvedas y considerar como los pesados sillares que las componen, unidos con mortero de cal, se hallan suspendidos salvando grandes luces sin caerse y evitando que penetre el agua de lluvia, a través de sus llagas de unión. Quedando así perfectamente impermeabilizadas durante siglos sus grandes bóvedas y con la elasticidad precisa, necesaria para conseguir la estabilidad de los monumentales muros y de todos los elementos de sillería.
Muchas de estas cualidades se han olvidado, empleándose actualmente nuevos productos que consiguieron apartar el uso de la cal hace aproximadamente 70 años, cuyo aspecto es tan desagradable, que no se dejan vistos, se procura tapar rápidamente para no verlos con pintura plástica, que pasado un tiempo hay que volver a pintar cuando aparecen los antiestéticos desconchones, que cual ventanas a través de ellas, se vuelve a ver el revestimiento de cemento.
Así pues se observa como muchos de los nuevos productos utilizados en la construcción, no han dado los resultados deseados, por ello se buscan, se estudian, las soluciones, que sin embargo siglos pasados estaban ya resueltos con los morteros de cal y que cuyos resultados vemos y a la vista están en tantos edificios, construidos a través de los siglos. Pero esto no se tiene en cuenta, pues se ha olvidado hoy totalmente.
Los técnicos de la empresa CUMEN, hace muchos años planificaron la elaboración de estos morteros en nuestra industria, de modo tal, que estos antiguos materiales se suministran a obras hoy ya preparados secos y envasados en sacos, y tan sólo hay que amasarlos con agua potable, como cualquier otro mortero de los actuales que están apareciendo.