Los primeros conocimientos del mortero de cal, llegaron a Roma probablemente desde Grecia. Los romanos fueron capaces de transformar este común material en Hormigón Romano (Opus Caementicium), consiguiendo alcanzar importantes propiedades mecánicas.
La puesta en práctica del hormigón puso fin a la limitación tradicional de técnicas constructivas con grandes piedras. Este nuevo material ofreció nuevas técnicas constructivas (edificios, puentes, puertos, acueductos, calzadas y murallas) que dieron identidad propia a todo el imperio de Roma.